A IMPORTÂNCIA DO ESPIRITO SANTO
INTRODUÇÃOActualmente pouco se ensina sobre o Espírito Santo, talvez pelo facto de que são poucos os que “O” conhecem. Mas ensinar sobre Ele é muito importante, pois a falta do Espírito Santo na vida do crente ou a falta de entendimento sobre o Espírito Santo, faz com que o crente esteja numa guerra sem armas pois Ele é  quem nos ensina a lutar.

Somente o Espírito Santo é quem pode ensinar ao crente, todas as coisas (Jo. 14,26). É o Espírito Santo quem guia  ensina ao crente, o caminho que ele deve percorrer. (Is. 48,17). O Espírito Santo é quem faz com que o crente não seja enganado por falsas doutrinas.(Ef. 4-11 a14).
O Espírito Santo faz com que o homem crente venha, pouco a pouco, tornar-se um homem perfeito. (Ef. 4,11-13). Quem faz com que o homem deixe de viver uma vida de mentira e passe a viver uma vida de verdade, é  o Espírito Santo. (Jo. 14, 16 e 17 e Jo. 16,13).
É o Espírito Santo que leva o crente a testemunhar Jesus. Isto é, o crente vai dar testemunho que Cristo está na sua vida. (Jo. 15: 26 a 27). Enfim, o crente torna-se uma testemunha de Jesus Cristo. (Act. 1,8; Is. 44,8).
O Espírito Santo leva o crente a orar mesmo quando ele não saiba o que pedir. (Rm.8, 26). Hoje, o que observamos nas igrejas é muita letra, sabedoria humana e palavras sem vida porque não existe espiritualidade. Mas o Espírito Santo na vida do crente, faz com que ele venha a compreender a Vida que está por de traz da letra. (Jo.6, 63; 2ª Cor.3, 6 e Hb.5, 12).
Muitos querem obedecer ao "Vai e anuncia o Evangelho com toda ousadia ...", mas sem o Espírito Santo isto é impossível. (At. 4,23 a 31).

O Espírito Santo faz com que um incrédulo, sem vida e morto, torne-se num crente cheio de vida. (Ap. 22,17 e Tt. 3, 3 a 7). 
O Espírito Santo faz com que o crente venha a ter discernimento para distinguir o bem do mal. (Act.16, 16 a 18; Hb. 5, 13 e 14 e 1ª Cor. 2, 15 e 16).
O Espírito Santo leva o crente a conhecer a graça e a conhecer a Jesus Cristo, ou seja, a ter um crescimento na graça e um conhecimento pessoal com Jesus. (2ª Pd. 3,18). 
O Espírito Santo faz com que o crente venha, realmente, a fazer parte do corpo de Cristo. (1ª Cor.12, 12 a 14).
O Espírito Santo na vida do crente faz com que ele venha a trabalhar com os talentos, ou seja, usar os dons que Deus lhe deu. (1ª Cor.12: 4- 11).
O Espírito Santo faz com que o crente venha ter uma vida na dimensão do Espírito e venha a conhecer o Reino Espiritual.
- As bênçãos no reino Espiritual (Ef.1, 3).
- As lutas no reino espiritual. (Ef. 6,11 e 12).
- As nossas ofertas no reino espiritual. (1ª Pd. 2, 5 e Ef. 5, 18 e 19).

O Espírito Santo é quem leva o crente a conhecer as profundezas de Deus e a fazer a sua vontade. (1ª Cor. 2, 9 e 10). O Espírito Santo, na vida do crente, é a presença do Pai e do Filho no seu coração. (Jo. 14,23).

O Espírito Santo dá a certeza, no coração do crente, que ele é filho de Deus. (Rm.8,17).

 Sérgio Lopes
REFLEXIÓN DOMINICAL DE 31 DE JULHO

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de Lucas por tres veces encontramos que a Jesús se le pide explicación por causa de la herencia: (Lc 10,25; 18,18; 12, 13ss).

Si notamos bien la herencia debía unir a los hermanos, pero, por el contrario, ella divide a los hermanos, es algo bien curioso.
Las amarras que tiene el dinero para quien no está atento, es que es mañoso. Arrastra por donde no se quiere caminar, te organiza de manera diferente, te separa de tus amigos, de la familia, te hace olvidar de Dios, y sobre todo, te engaña, porque te hace pensar que eres un inmortal, te expulsa del pensamiento de la muerte.
La insensatez, el embotamiento de la cabeza provocado por el dinero nos hace olvidar que somos seres frágiles, seres finitos y nos lleva a pensar que todo lo podemos solucionar con el dinero, y aún más nos vuelve ensimismados, solo yo. El libro del Eclesiastés comienza diciendo “vanidad de vanidades sólo vanidad”, parece ser lo que vivimos en este mundo contemporáneo.

Ahondemos en nuestra reflexión:
Eclesiastés pertenece a un grupo de libros que llamamos sapienciales. La “sabiduría” es un amplio concepto que puede englobar desde la habilidad manual de un artesano hasta el arte para desenvolverse en la sociedad, la madurez intelectual... representa una actitud de personas y pueblos cuya finalidad es encontrar respuestas a los grandes interrogantes y misterios de la existencia humana.

Podemos calificar de contestatario al autor del Eclesiastés se ubica mas o menos en el año 220 a.C, vive en el florecimiento de una notable actividad económica, pero él se da cuenta que todo es vaciedad; 12,9-10. Es una voz escéptica y crítica, disidente frente a la tradición sapiencial que confía ilimitadamente en las posibilidades de la razón y sabiduría humanas. El sabio Qohélet es un autor, por lo menos, desconcertante. La pregunta que mueve toda la reflexión de su libro es ésta: “¿Qué provecho saca el hombre de todos los afanes que persigue bajo el sol?” (1,3) y su respuesta: vanidad de vanidades (se puede traducir también por vaciedad, sin sentido...) todo es vanidad (1,2.17; 2,1.11. 17. 20. 23. 26; 12,8) 
Éste parece un libro muy poco religioso. ¿Cómo se nos propone a los cristianos este libro, como Palabra de Dios, con esa respuesta tan materialista, tan poco optimista...? O esta otra conclusión: “la felicidad consiste en comer, beber y disfrutar de todo el trabajo que se hace bajo el sol, durante los días que Dios da al hombre, pues esa es su recompensa” (5,17) es como decir vulgarmente “comamos y bebamos, que mañana moriremos...” 
El autor recorre a lo largo de su libro todas las esferas del ámbito humano: trabajo, riqueza, dolor, alegría, decepciones, religión, justicia, sabiduría, ignorancia, el tiempo, la muerte... buscando respuesta a su pregunta. Hagamos lo que hagamos en nuestra vida, al final el destino es el mismo para todos los hombres: la muerte. 
En la época del destierro se empezó a desarrollar la teoría de la retribución personal y del destino individual: el pueblo elegido profesaba una doctrina de retribución colectivista: la bondad o maldad de un individuo tenía repercusiones en el grupo y en los descendientes. En el contexto del exilio estas ideas van cambiando: cada persona recibía en vida la recompensa adecuada a su conducta (2Re 14, 5-6; Jr 31, 29-30; Ez 18, 2-3. 26-27). Sin embargo, la experiencia desmentía este principio. Después del destierro este problema ocupa un puesto primordial en la reflexión sapiencial, y no resulta fácil encontrar una respuesta adecuada. El libro de Job refleja vivamente este drama, apuntando distintas soluciones, pero ninguna definitiva ni convincente: Job es invitado a entrar en el misterio de Dios y desde ahí poder relativizar su dolor, su desesperación y pretensiones. Qohélet se hace eco del mismo escándalo y lo amplía: aun suponiendo que el justo siempre recibiera bienes, tal recompensa no es proporcional al esfuerzo que pone el hombre en conseguirla, pues no da plena satisfacción a los anhelos del ser humano. Tanto Job como Qohélet se mueven en el ámbito de retribución intramundana, no atisban nada más allá de la muerte. 
No está mal que Qohélet nos recuerde el sabor de las cosas sencillas, el disfrute de las cosas ordinarias, que también son don de Dios. En esto conectaría muy bien con la mentalidad de la postmodernidad: presentista, del carpe diem (aprovecha el día) ... No hace falta que hagamos un esfuerzo grandísimo en salir de esta realidad temporal para encontrar a Dios. Él es compañero cercano de todo lo que vivimos. Nos lo dice la fe. La vida tiene sentido porque somos personas humanas, no animalitos, y en nuestros genes llevamos escrita esa búsqueda de sentido, porque estamos hechos “a imagen y semejanza de Dios”, un Dios creador, que se mueve, que sale de sí, que inventa, que busca.

Esto nos puede ayudar a entender lo que Jesús y el autor lucano trabajan en la comunidad, Jesús con sus discípulos y Lucas con la comunidad lucana.
Los hermanos en general se quieren, comparten, hacen fiestas, se reúnen, pero cuando llega el momento de dividir los bienes, hasta ahí llega toda la alegría y la felicidad, se olvidan de todo y actúan como si nunca en la vida se hubiesen conocido, esto sucede hasta entre nosotros cristianos católicos.
Un día Jesús fue escogido como mediador para resolver semejante problema el de dividir una herencia (v.13), miremos la respuesta que da Jesús (v.14), parece ser que a Jesús no le importa mucho dar solución a este conflicto tan familiar y tan del momento, no es tanto así, dejémonos llevar por la perícopa, se podían tomar varias soluciones dentro de las cuales esta lo que dice la Torá al respecto: Dt 21,15-17 o Nm 27,1-11, seguramente que esta solución es la más laudable, parece ser la más lógica y sapiente, pero pr4esenta un inconveniente, no elimina la causa de la cual nacen todas las discordias, los odios y las injusticias.
Jesús no se queda meramente en el caso puntual, va a la raíz del problema (v.15). indica la causa de todos los males: la codicia por el dinero, de conseguirlo a costa de todo.

Todo esto resulta de la mezquindad de nuestro corazón, pues, nos olvidamos que los bienes de este mundo no nos pertenecen, le pertenecen a Dios que los destino para toda la humanidad y no para unos pocos solamente. Quien los acumula olvidándose de la otra-otro, olvida el proyecto de Dios para la humanidad, los bienes entonces pasan a ocupar el puesto de Dios, y se convierten en un ídolo, el ídolo Dinero-Dios, y es entonces donde se llega al egoísmo, la mezquindad y perdida de la conciencia del mal, ejemplos tenemos por doquier.

Notemos, que Jesús no desprecia los bienes materiales, sino la superioridad del proyecto del Padre por encima de los bienes materiales, Jesús piensa en la herencia que será heredada, el reino de los pobres (cf. Mt 5,5), y también podríamos mirar la catequesis de Pedro a los recién bautizados (1Pd 1,4).
Para que quede claro todo este problema Jesús invita a los oyentes a escuchar esta parábola, ahí queda claro lo de la herencia: (vv. 16-21).

Los personajes de la parábola son el terrateniente (agricultor), los bienes de este hombre y Dios. 
Este hombre se puede asemejar a unos de esos terratenientes del tiempo de Jesús, que acumulaba dinero, dinero y más dinero, sin importarle absolutamente nada, solo él, él, y él. Y el pueblo en la miseria pidiendo limosna y muriendo de hambre, esa situación le toco vivir a Jesús en su tiempo, y hoy la vemos como nos dice Puebla: «Ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres».
Si analizamos lo que hace el hombre hasta llegamos a decir: ¿qué de malo hay en este hombre que honradamente se dedica a su trabajo? ¿Dónde está el problema, el meollo del asunto? ¿Por qué es llamado Insensato? ¿tiene mujer? ¿tiene hijos? ¿Tiene vecinos? ¿tiene empleados? Claro que los tiene, la dificultad mayor de este hombre es que los desconoce, los descuida, no tiene tiempo para ellos-ellas, no tiene energía para depender de nadie, no tiene pensamientos, no tiene sentimientos, solo está interesado en lo que le hable de bienes y en aumentar sus bienes, sus propiedades, o sea, su ego, su idolatría.

Es ahí donde está el problema, vemos la raíz, miremos que Jesús es llamado a resolver un pequeño problema y lleva a todos a mirar la raíz del problema, no la solución del pequeño problema que le es presentado. Y Jesús llama a este hombre insensato, hay en él, en todo su ser algo que no funciona correctamente, pues no hay equilibrio emocional, ni equilibrio interior, perdió completamente la capacidad de raciocinio, pues todo lo ve desde su perspectiva y no desde la perspectiva de la comunidad, del compartir, de la alegría sino del acumular. Si leemos bien nos damos cuenta que usa 53 palabras y de estas 53 palabras 12 son referidas a él, o sea, existe él y sus bienes, nada más, que pobreza de hombre, que pobreza de corazón. Es insensato y de verdad.
Luego aparece Dios, como personaje, y lo juzga, como ya dijimos el poseer no es pecado, es el no saber poseer y cambiar los destinos de lo poseído, como vemos, el terrateniente, agricultor no es juzgado por los bienes que posee, sino por el contrario, porque se dedicó a acumular para sí propio (v 21)
¿Cuáles son los males de este agricultor?
Primero, acumular los bienes para sí propio

Segundo, haberse olvidado de Dios, no tenerlo en su proyecto, sustituyéndolo por el ídolo, dinero.

Hoy, también vemos muchas personas que solo les importa su yo, su ambición y nada más, y aun son capaces de llamarse seguidores de Jesús, la crisis mundial, la crisis económica que vivimos es por causa del ensimismamiento de la humanidad, el encierro, el querer poseer, tener a costa de todo. Ya no importa la humanidad, ya no importa lo creado y el creador, sino mis egoísmos, vivimos en un mundo deshumanizado, la madre tierra tiene gemidos, gritos inenarrables, los niños, los jóvenes los adultos, la humanidad toda pide volver al origen, a la razón de ser, a la humanidad de Dios y no al egocentrismo y a la perdida de humanidad y de solidaridad.
Es un grito de todos los desheredados, de los pobres de la tierra que claman justicia, queridos hermanos y hermanas es el tiempo propicio de volver a ser nueva humanidad.


Buen domingo día del Señor.


Pe. Marco Tulio, missionário na Colômbia
                                                       
AS TRAPALHADAS DO CRISMA


1. Rui Osório, jornalista e pároco da Foz do Douro, na sua pertinente coluna na Voz Portucalense (2016.06.29) revela preocupações que não são exclusivas: “Se a minha confidência de pastor vos parecer pessimista, peço-vos desculpa, mas deixem-me desabafar: a prática do Crisma é uma das experiências pastorais mais frustrantes que tenho encontrado.
“Em tempos primitivos, os catecúmenos, depois de um longo crescimento na fé, entravam na piscina e eram lavados; saíam e eram perfumados com óleo do crisma; e acediam à mesa eucarística para serem alimentados. 
“Hoje, não é tanto assim e andamos, na longa e agitada onda da cristandade sociológica, a surfar um pouco aturdidos entre o cansativo cristianismo de tradição e o sedutor cristianismo de opção. 
“Pastoralmente, parece-me que, em vez da iniciação à fé cristã, o Crisma está em risco de se tornar no sacramento que marca o fim de uma certa educação e de pertença cristã construídas na areia. 
“Já lhe chamaram a «festa do adeus»! Os cristãos encontram-se no cais em despedida para outras andanças que não acertam no norte do cristianismo! 
“Tenho boas razões para confirmar a «festa do adeus» de tantos a quem acompanhei na preparação para o Crisma, sobretudo jovens que completaram com assiduidade os seus dez anos de catequese e se despediram da Igreja ou a Igreja não lhes deu um novo porto de abrigo. 
“Será o recém-ungido que abandona a Igreja ou a Igreja que já não tem mais nada a dizer-lhe?” 
Talvez haja quem diga que uma citação tão longa é um abuso. Se abuso existe, é também um agradecimento a Rui Osório que tocou, como pastor e de forma exemplar, numa questão que outros, para não criar ondas, vão disfarçando o incómodo e atamancando soluções que o não são. Diria que preferem tornar o Crisma no grande sacramento da debandada. 
Em certos casos, há dificuldade em aceitar para padrinhos de Baptismo e Matrimónio aqueles que são apresentados pelos pais ou pelos noivos. A escolha, por vezes, tem pouco a ver com o acompanhamento que os padrinhos devem dar aos seus afilhados. Em vez de se aproveitar a ocasião para refazer o caminho da fé cristã, opta-se pela via administrativa. Em alguns lugares, até se acabou com os padrinhos. Bastam testemunhas. Para não haver problemas desses no futuro, procura-se apressar a idade para o sacramento incómodo. 

2. Deixamos de viver em regime de cristandade. A vida das comunidades cristãs já não é regulada pelo campanário nem pelo toque das Trindades. 
Vale a pergunta: a orientação para receber o sacramento da responsabilidade eclesial e social da Fé cristã não deveria ter em conta a idade que, numa determinada cultura, se exige para assumir as exigências da vida adulta, social e familiar? Não se trata apenas de uma questão de idade, mas de um modo de entender o crescimento da responsabilidade de ser cristão, pois chegou a altura de ajudar os outros a crescer, a serem adultos na Fé. 
É evidente que isto implica acabar com o hábito criado de julgar que a religião é para crianças e para o começo da adolescência. Essa mentalidade esquece o tempo das turbulências do crescimento humano. É esse tempo que deve ser evangelizado como preparação para enfrentar a novidade que é a de ser responsável pelo seu futuro e o dos outros, a nível familiar e profissional. Tempo de enfrentar o futuro da Igreja ao serviço da evangelização do mundo. Será também a melhor forma de combater o clericalismo tão denunciado pelo Papa Francisco. Não poderão aceitar ser apenas clientela de uma paróquia ou de um movimento. São chamados, por exigência sacramental, a descobrir os novos caminhos do Evangelho nos sinais dos tempos, que eles próprios devem marcar. 

3. O que está em causa é a teologia dos sacramentos: antropologia sacramental ou sacramentologia antropogénica?, como pergunta Domingo Salado[i]. As normas litúrgicas e canónicas não bastam para uma pastoral lúcida da evolução da vida cristã no devir da existência humana, pessoal e social. 
Faz-se o rito, está feito. Faz-se a cerimónia do Baptismo e está baptizado. Faz-se o Crisma e está crismado. Faz a primeira Comunhão, pode comungar, etc.. É o predomínio da causalidade mágica, do entendimento mecânico do célebre adágio ex opere operato[ii]. 
O próprio Tomás de Aquino realizou, no interior da sua teologia, uma revolução muito esquecida. Passou do primado da causalidade ritual para o primado do signo. Os sacramentos inscrevem-se, antes de mais, no vasto mundo da linguagem simbólica e do regime cristão da incarnação, do Verbo na fragilidade humana. É propriedade dos sacramentos cristãos causarem aquilo que significam, no interior do percurso da Fé pessoal e eclesial. 
Sem inscrever a pastoral dos sacramentos no âmbito de uma teologia marcada pelas ciências humanas, não há caminho para as trapalhadas que não são apenas as do Crisma. Teremos de regressar a estas questões.

Frei Bento Domingues, O.P

N.R. 
Este artigo, publicado no Jornal "Público" no passado dia 10 do corrente, levanta, no meu ponto de vista, muitas questões pertinentes, das quais abordo duas:
1 - Idade do crismando
Considerando a importância deste Sacramento e todo o substrato pessoal e espiritual necessários para recebê-lo, é legitimo questionar se, os critérios vigentes na actual prática paroquial, não podem, por quem de direito hierarquicamente superior, ser revistos.
Na realidade, todos sabemos que a idade da adolescência está longe, muito longe, de corresponder a uma maturidade social e espiritual.
Se ao baptismo se poderá chamar um "noivado", à semelhança do que fazem os nossos irmãos muçulmanos quando o noivo é apresentado à noiva, muitas vezes sem esta o conhecer e sem ter qualquer alternativa, o Crisma representa um "sim" ao casamento com Deus! Não existem intermediários! A decisão tem de ser livre, baseada na Fé, na crença de coração do Amor infinito de Deus pelo seu ser. Assim, tal como para o matrimónio é exigível uma consciência inequívoca do acto que se deseja praticar, algo idêntico, na minha opinião, deverá acontecer aquando da decisão de contrair este matrimónio espiritual!
Ora, a generalidade dos adolescentes, não têm formação cristã / católica, equivalente à impreparação social, assumindo, para o restos das suas vidas, uma aliança com Deus pela graça do Espírito Santo!

2 - Catequese de adultos
A dificuldade em encontrar pessoas com disponibilidade e, sobretudo, com o mínimo de conhecimentos espirituais, bíblicos e canónicos, bem como alguma falta, desculpem as expressões, de humildade vontade em quererem saber mais, em quererem conhecer melhor o Deus que os escolheu, ungiu e  gravou os seus nomes na palma da Sua mão, podem ser um dos motivos para que, a tão desejável e necessária catequese de adultos, seja uma realidade visível e frutífera nas nossas paróquias.
A consciência de que nada sabemos sobre Aquele que nos ama, sería uma alavanca importante para decidirmos: "Eu quero amar-Te mais, eu quero caminhar para Ti para ser digno de ser chamado Teu filho".
A pressa da vida, a sociedade que nos rodeia, a perda dos valores morais e espirituais são, na minha modesta opinião, factores contributivos para este alheamento ou afastamento.

Oracão em linguas na missa com o Papa Francisco





Irmãs e Irmãos,

Sabendo algumas directas e indirectas sobre a oração em Línguas, durante as eucaristias, pergunto aos Srs Bispos: será que o Santo Padre enlouqueceu? Se não enlouqueceu, como compreender que o sucessor de Pedro e servidor do Povo de Deus e orientador espiritual da Igreja Santa, Católica, Apostólica e Romana, na qual creio e professo a minha Fé, exerça os carismas escritos na Carta de S. Paulo aos Corintios, Capítulo 12 ( e este não foi o primeiro exemplo ...), e os Bispos da Diocese de Lisboa corram a pontapé todos os sacerdotes que usam estes mesmos dons, concedidos pelo Espirito Santo, ao serviço dos que deles necessitam? 
UMA HISTÓRIA ... UMA VERDADE?

Um peregrino russo chegou para se confessar a um padre e, assim que terminou a confissão, o padre lhe disse:

— Meu caro amigo, grande parte do que escreveste é totalmente fútil. Escuta. Antes de tudo, não confesses nunca os pecados já acusados e perdoados. Esquece-te deles; seria pôr em dúvida o sacramento da penitência. A seguir, não rememores as outras pessoas associadas a teus pecados; julga-te apenas a ti mesmo. Em terceiro lugar, os santos padres nos proíbem de mencionar todas as circunstâncias dos pecados e aconselham confessá-los em termos gerais, de modo a afastar a tentação tanto de nós mesmos quanto do padre. Em quarto lugar, vieste para arrepender-te e não te arrependeste, por não saberes arrepender-te; quer dizer: tua penitência é morna e negligente. Em quinto lugar, tu te detiveste em minúcias; o mais importante, porém, foi omitido: não expuseste os pecados mais relevantes: não confessaste, nem escreveste que não amas a Deus, que odeias teu próximo, que não crês no Verbo de Deus e que tu mesmo só és orgulho e ambição. O mal se enraíza nesses quatro pecados, origem de toda a nossa depravação espiritual. São as raízes mestras de onde brotam todos os pecados nos quais caímos.

O peregrino ficou muito surpreso e disse:

— Perdoai-me, meu Pai, mas como é possível não amar a Deus, nosso Criador e Salvador? Em que podemos crer, se não no Verbo de Deus, no qual reside toda verdade e santidade? Desejo o bem a todos os meus semelhantes; por que motivo os odiaria? Nada tenho de que possa me orgulhar; aliás, repleto de pecados, nada tenho que seja merecedor de elogios; e que poderia ambicionar na pobreza em que vivo e com minha débil saúde? Estou convencido de que, se eu fosse um homem instruído e rico, então, sem dúvida, incorreria nas faltas que mencionastes.

E o padre respondeu:

— Que lástima, caro irmão, não teres compreendido nada do que expus. Acredito que aprenderás mais depressa se te mostrar estas notas. Sirvo-me delas para minhas próprias confissões. Lê-as até o fim e verás claramente a prova exata do que te acabei de dizer: Uma confissão que leva o homem interior à humildade. Voltando os olhos atentamente sobre mim mesmo e examinando as disposições de minha consciência, verifiquei, por experiência própria, que não amo a Deus, que não amo os meus semelhantes, que não tenho fé, que sou cheio de orgulho e de ambição. Tudo isso encontro, realmente, em mim, após um exame minucioso de meus sentimentos e de minha consciência. Portanto:

1 – Não amo a Deus porque, se o amasse, pensaria continuamente nele, com alegria profunda.

Cada pensamento de Deus me causaria prazer e deleite. Pelo contrário, o mais das vezes, e bem mais ardentemente, penso nas coisas do mundo, e pensar em Deus, para mim, é trabalho e aridez. Se amasse a Deus, falar com Ele durante a oração seria o meu alimento e a minha alegria e me levaria a uma comunhão ininterrupta com Ele. Ao contrário, porém, não somente não encontro prazer algum na oração como ainda a faço com esforço. Luto com aversão, esmoreço pela preguiça e estou sempre pronto a me empenhar em qualquer ninharia, desde que abrevie a oração ou dela me desvie. Meu tempo voa quando me dedico a ocupações fúteis, mas, quando estou em colóquio com Deus, quando me ponho em sua presença, as horas parecem não passar. Quem ama alguém pensa nele sem interrupção, cria na mente a sua imagem, zela por ele e em nenhuma circunstância o ser amado sai de seus pensamentos. No meu caso, durante o dia inteiro, é a custo que reservo uma hora para mergulhar-me na presença de Deus, para inflamar meu coração em sua lembrança, enquanto me entrego totalmente, vinte e três horas, em fervorosas oferendas aos ídolos de minhas preferências. Só me agrada falar de assuntos fúteis e que degradam a alma: sinto prazer nisso. Mas, quando se trata de meditar sobre Deus, surgem a aridez, o tédio e a preguiça. Mesmo quando, involuntariamente, a conversa toma um rumo espiritual, esforço-me em desviá-la para retomar o assunto de que gosto. Sou insaciavelmente curioso pelas novidades e acontecimentos políticos; procuro, com empenho, satisfazer o meu amor às ciências e às artes. Mas o estudo da Lei de Deus, o conhecimento de Deus e da fé pouco me atraem e não correspondem a uma necessidade de minha alma. Não somente as considero como ocupação não essencial para um cristão, mas ainda, quando a ocasião se apresenta, as tomo por espécie de supérfluo, que poderá preencher minhas horas de lazer em momentos disponíveis. Finalmente, se reconhecermos o amor a Deus pela observância de seus mandamentos (“Se me amais, observai os meus mandamentos”, diz nosso Senhor Jesus Cristo), não somente não os observo como ainda pouco me esforço por fazê-lo, e, reconhecendo bem, concluo que não amo a Deus. É o que diz Basílio, o Grande: “A prova de que um homem não ama a Deus e seu Cristo consiste no fato de não observar os seus mandamentos”.

2 – Também não amo o meu próximo,

pois não somente sou incapaz de sacrificar a minha vida por ele, conforme pede o Evangelho, como não renuncio à minha comodidade, ao meu bem-estar e à minha paz pelo bem do próximo. Se eu o amasse como a mim mesmo, conforme o Evangelho manda, as suas aflições me entristeceriam e eu saberia me regozijar com a sua felicidade. Acontece o contrário: ouço histórias curiosas e dolorosas sobre meu próximo sem me afligir; elas não me perturbam de modo algum ou, o que vem a ser pior, me causam certo prazer. O mau comportamento de um irmão, em vez de ser por mim encoberto com amor, é proclamado com críticas. Seu bem-estar, suas honrarias e alegrias não me regozijam como se fossem meus, nem me provocam qualquer prazer especial, como se eu nada tivesse a ver com eles. O pior é suscitarem insidiosamente em mim a inveja ou o desprezo.

3 – Não tenho a menor fé religiosa; falta-me crença na imortalidade e no Evangelho.

Se estivesse firmemente convencido de que, sem dúvida alguma, além do túmulo, existe a vida eterna e a recompensa dos atos desta vida, nisso pensaria continuamente. A própria ideia da imortalidade me cumularia de temor e eu passaria por esta vida como um estrangeiro que se prepara para a volta definitiva ao seu país natal. Comigo, dá-se o contrário: nunca penso na eternidade e considero o fim desta vida terrena como o limite de minha existência. Nem sempre consigo reprimir este escuso pensamento: que sucederá no momento da morte? Se digo que creio na imortalidade, trata-se de uma afirmação teórica; o meu coração está longe de possuir tal convicção. Minha conduta e a preocupação constante de satisfazer a vida dos sentidos o testemunham com toda a evidência. Se o meu coração tivesse fé no santo Evangelho como Palavra de Deus, dele me ocuparia continuamente, procuraria aprofundá-lo, nele me deleitaria e a ele prenderia a minha atenção com profundo fervor. A sabedoria, a graça, o amor estão ali escondidos, e, noite e dia, eu me regozijaria no estudo da Lei de Deus. Seria meu alimento, meu pão cotidiano, e o meu coração cumpriria espontaneamente as suas leis. Nada no mundo teria força suficiente para me desviar da Palavra de Deus. No entanto, se de tempos em tempos eu leio ou escuto essa Palavra, é apenas como necessidade ou curiosidade natural; aliás, não presto maior atenção a tal leitura e a considero insípida e sem interesse. Chego, geralmente, ao fim de minha leitura sem proveito algum, sempre disposto a trocá-la por um livro mundano que me proporciona maior prazer e onde encontro assuntos novos e interessantes.

4 – Sou todo orgulho e egoísmo, cheio de amor sensual por mim mesmo.

Todas as minhas ações o confirmam. Descobrindo algo bom em mim, desejo logo realçá-lo, vangloriar-me diante dos outros ou de mim mesmo, para me satisfazer com este bem. Embora simule uma humildade exterior, o atribuo a méritos meus e considero-me superior aos outros ou, pelo menos, não pior do que eles. Se reconheço uma falta em mim, procuro justificá-la e encobri-la, apresentando motivos deste teor: “nasci assim” ou “ninguém tem de que me censurar”. Irrito-me com aqueles que não me tratam com respeito e os considero incapazes de apreciar o valor das pessoas. Vanglorio-me dos meus dons; considero os fracassos de meus empreendimentos como um insulto pessoal. Sinto prazer com as desventuras de meus inimigos. Se me esforço por fazer alguma boa ação é com fim de me favorecer com certa honraria, é busca de uma satisfação espiritual ou consolação terrena. Em resumo, continuamente faço de mim um ídolo a quem sirvo sem interrupção, procurando em toda coisa um alimento para as minhas paixões e cobiças.

Ao examinar todos esses pontos, chego à conclusão de que sou orgulhoso, corrupto, incrédulo, sem amor a Deus e de que odeio o meu próximo. Que condição poderia ser mais culpável? A dos espíritos das trevas é melhor do que a minha. Eles, embora não amem a Deus, odeiem os homens e vivam de orgulho, pelo menos creem e tremem. E eu? Poderá haver destino mais implacável do que este que se apresenta a mim? E que sentença será mais severa do que aquela que vai julgar a vida despreocupada e louca que reconheço ser a minha?

O peregrino, perplexo, disse:

Ao ler, do princípio ao fim, este modelo de confissão que o sacerdote me dera, fiquei perplexo e pensei: “Deus do céu! Que pecados assustadores se escondem em mim e, até agora, não os havia notado!”. O desejo de me purificar me fez pedir àquele verdadeiro pai espiritual que me revelasse as causas de todos esses males e seus remédios.

E pediu então que o padre o instruísse; o padre respondeu:

Não amar a Deus, querido irmão, é consequência de uma fé deficiente; e a causa dessa deficiência é a recusa a estudar a ciência verdadeira e sagrada, é o descaso às luzes da alma. Numa palavra: se não tens a fé, não podes amar; se não és convicto, não podes amar e, para chegar a esta convicção, é preciso que tenhas total e exato conhecimento do problema. Pela meditação, pelo estudo da Palavra de Deus e pela observação de tuas próprias experiências, deves despertar em tua alma uma sede, um anseio ou, como alguns denominam, uma “admiração” que suscita um insaciável desejo de tudo conhecer mais de perto e mais profundamente, a fim de assimilar a sua natureza. Um escritor espiritual assim se exprime: “O amor, geralmente, cresce com o conhecimento e, quanto maior a profundidade e extensão do conhecimento, mais amor haverá; com maior facilidade o coração se submeterá e se abrirá ao amor a Deus, contemplando, atentamente, a plenitude e a beleza do mundo de Deus e o seu amor infinito aos homens”.

Como podes ver, a causa desses pecados é a indolente recusa a pensar nas coisas espirituais, preguiça que abafa a própria sensação da necessidade desses pensamentos. Se queres saber como superar esse mal, esforça-te na iluminação do espírito por todos os meios que estão ao teu alcance; consegue-a pelo estudo diligente da Palavra de Deus e dos santos Padres, através da meditação e dos conselhos espirituais e pelos colóquios com aqueles que são sábios em Cristo. Ah, querido irmão, que infelicidade é a nossa, unicamente por causa da nossa inércia em procurar a luz da alma na Palavra da verdade! Não estudamos a Lei de Deus, dia e noite, e não a meditamos de maneira assídua e aplicada. Por esse motivo, o nosso homem interior tem fome e frio, sente-se frustrado a ponto de não ter a coragem de dar um passo decisivo na via da virtude e da salvação! Assim sendo, tomemos a resolução de utilizar tais métodos e, tanto quanto possível, ocupemos nosso espírito com o pensamento das coisas celestes; e o amor derramado do Alto em nossos corações se inflama em nós. Assim o faremos, pois, e rezaremos o mais frequentemente possível, porque a oração é o principal e mais possante meio para a nossa renovação e bem-estar. Rezaremos com os termos que a Santa Igreja nos ensina: “Ó Deus, tornai-me capaz de vos amar agora, como no passado amei o pecado”.

Do livro “Relatos de um peregrino russo”, a partir de transcrição no blog “Diário de uma Moça Católica”
(partilha de F.M.F)
Reflexão pessoal 


Em contraponto aos numerosos sinais de crise no matrimónio aviva-se o desejo de família (AL1) e aos bispos sinodais coube olhar para as famílias de hoje e confrontarem-se com a complexidade dos temas (AL2). E precisamente pela existência desta complexidade foi (é!) necessário “continuar a aprofundar, com liberdade, algumas questões doutrinais, morais, espirituais e pastorais” (AL2). Uns irão querer mudar tudo… outros irão querer regras, normas, leis. Mas nem todas “as discussões doutrinais, morais ou pastorais devem ser resolvidas através de intervenções magisteriais” (AL3). A Igreja necessita de “uma unidade (…), mas isto não impede que existam maneiras diferentes de interpretar alguns aspectos da doutrina ou algumas consequências que decorrem dela” (AL3) [“Assim há-de acontecer até que o Espírito nos conduza à verdade completa (cf. Jo 16, 13), isto é, quando nos introduzir perfeitamente no mistério de Cristo e pudermos ver tudo com o seu olhar.” (AL3)].

O Papa Francisco, ao longo do caminho sinodal, foi recebendo contribuições de todos os que participaram e foram estas contribuições que o ajudaram “a considerar, em toda a sua amplitude, os problemas das famílias do mundo inteiro” (AL4). Esta Exortação resulta da recolha dos contributos dos dois Sínodos à qual foram acrescentadas “outras considerações que possam orientar a reflexão, o diálogo ou a práxis pastoral, e simultaneamente ofereçam coragem, estímulo e ajuda às famílias na sua doação e nas suas dificuldades” (AL4).

Para o Santo Padre esta Exortação tem um duplo significado, neste Ano da Misericórdia (AL5):

- É “uma proposta para as famílias cristãs, que as estimule a apreciar os dons do matrimónio e da família e a manter um amor forte e cheio de valores como a generosidade, o compromisso, a fidelidade e a paciência”;

 - Propõe-se “encorajar todos a serem sinais de misericórdia e proximidade para a vida familiar, onde esta não se realize perfeitamente ou não se desenrole em paz e alegria”

Estas quase 300 páginas de exortação não foram redigidas de modo aleatório! Há uma metodologia subjacente (e Divina!). O Papa Francisco ao iniciar o texto inspira-se na Sagrada Escritura, a seguir considerou a situação actual das famílias, “para manter os pés assentes na terra” (não sou eu que o escrevo! Foi o próprio Papa!), e ao mesmo tempo fundou-se nos elementos essenciais da doutrina da Igreja sobre o matrimónio e a família, sendo os capítulos centrais dedicados ao Amor. Posto isto, destacou alguns caminhos pastorais que possam levar à construção de famílias sólidas e fecundas, segundo o plano de Deus, e dedicou-nos ainda um capítulo à educação dos filhos. A seguir, para terminar, e como não poderia deixar de ser, convida-nos à misericórdia, ao discernimento pastoral perante as situações que não correspondem plenamente à proposta do Senhor. Remata tudo com breves linhas de espiritualidade familiar (AL6).

Acrescentar o que quer seja às palavras do Santo Padre seria uma arrogância da minha parte! Mas é impossível não reflectir previamente sobre este desafio que o Papa Francisco nos lança: sede misericordiosos!

E para eu o poder ser (tentar, vá!) preciso de me despojar de todos os preconceitos, ideias, regras, culpas, preciso antes de mais de me deixar inundar pelo Amor de Deus e pela graça do Espírito Santo (oh… que longo caminho este…!)

Esta Exortação não foi escrita para agradar a ninguém. Se alguém esperava mais um código, desapontou-se! Se alguém esperava portas escancaradas a tudo, desiludiu-se! Esta é uma reflexão sobre o Amor, o Amor pelo próximo, o Amor em Família (esposos, filhos, pais, irmãos…), o Amor-Caridade! Uma coisa percebi / aprendi logo que iniciei a leitura: nunca irei perceber as decisões (ou não decisões) do Papa nos capítulos mais à frente, se não ler tudo e não entender o referencial que ele nos propõe.

Das vozes dissonantes que se ouvem resta-me uma conclusão: temos muito medo da responsabilidade! O facto de o Papa Francisco remeter para um discernimento pastoral algumas decisões implica que os envolvidos ‘percam’ tempo a discernir. Depois esse discernimento irá conduzir a uma tomada de decisão… que envolve responsabilidade. É tão mais fácil remeter para terceiros as nossas próprias responsabilidades… é tão mais fácil quando alguém decide por nós… é tão mais fácil agarrarmo-nos a leis, regras, códigos… Atenção que com isto não digo que as leis não são importantes! Sem regras viveríamos no caos! Mas parece-me que o que se procura é a regra, da regra, da regra, da regra….

Recordo aqui as palavras do Papa Francisco durante a Homilia do passado dia 11 de Abril, a propósito do arrependimento de Judas, descrito em S. Mateus: “Faz-me mal quando leio aquele pequeno trecho do Evangelho de Mateus, quando Judas arrependido vai aos sacerdotes e diz ‘pequei’ e quer dar … e dá as moedas. ‘Que nos importa! – dizem eles – o problema é seu!” Um coração fechado diante deste pobre homem arrependido que não sabia o que fazer. (…)“A eles não importa a vida de uma pessoa, a eles não importa o arrependimento de Judas: O Evangelho diz que ele voltou arrependido. A eles importa somente o seu esquema de leis e muitas palavras e coisas que construíram. Esta é a dureza de seu coração. (…)”

Quantos caminhos errados os homens trilham e se arrependem de coração contrito? Quantos caminhos errados percorreram sem o conhecimento pleno do erro? E o que se faz quando eles correm a clamar ajuda, perdão? Vêm os doutores das leis e arremessam-lhe à cara as leis, desfiam os artigos dos códigos e por fim viram-lhes as costas, porque dá uma trabalheira ouvi-los, acarinhá-los e ajudá-los a Caminhar na Verdade (ui! aqui é um trabalho hercúleo mesmo!) E além disso, é uma canseira perdoar-lhes, pois do cimo do seu pedestal julgam-se imaculados e acima de tudo e de todos!

Leiam, por favor, a Exortação! Irão descobrir coisas maravilhosas! Eu descobri e acima de tudo: aprendi!


A.P.L
ORDENAÇÃO PRESBíTERIAL DO LUIZ PAULO

(Missionário da Aliança da Misericórdia)




Este é um pequeno vídeo da Cerimónia que, sob a presidência do Bispo de Setúbal. D. José Ornelas, decorreu na Cidade do Sado no passado domingo.
Exprimir sentimentos deste momento vivido, será um perda de tempo. Todos sentimos a alegria de do "sim" deste nosso irmão que não recusou o chamamento do Pai.

Para quem conhece a história desta Comunidade em Portugal (5 anos de deserto em Lisboa onde nunca foi reconhecida como associação católica na Diocese e 3 anos de vida na Diocese de Setúbal, apoiados e reconhecidos), as seguintes citações são suficientes para tirar conclusões!

Eles têm muito para partilhar! Chamem-nos, que eles virão!

Portanto, pelos seus frutos os conhecereis. 

Ou fazei a árvore boa e o seu fruto bom, ou a árvore má e o seu fruto mau; pois uma árvore é conhecida pelo seu fruto. 

Não existe árvore boa produzindo mau fruto; nem inversamente, uma árvore má produzindo bom fruto. 

Pois cada árvore é conhecida pelos seus próprios frutos. Não é possível colher-se figos de espinheiros, nem tampouco, uvas de ervas daninhas. 

Entretanto, o fruto do Espírito é: amor, alegria, paz, paciência, benignidade, bondade, fidelidade, 

Entretanto, alguém poderá afirmar: “Tu tens fé, e eu tenho as obras; mostra-me tua fé sem obras, e eu te demonstrarei minha fé mediante as obras que realizo”

DOMINGO 
DA 
DIVINA MISERICÓRDIA

“Aos sacerdotes que proclamarem e glorificarem a Minha misericórdia darei um poder extraordinário, ungindo as suas palavras, e tocarei os corações daqueles a quem falarem” (Diário, 1521).


O nevoeiro tapou, por completo, a festa da Divina Misericórdia, em Lisboa!

O Papa João Paulo II, em Maio de 2000, instituiu a Festa da Divina Misericórdia para toda a Igreja, decretando que a partir de então o segundo Domingo da Páscoa se passasse a chamar Domingo da Divina Misericórdia. Segundo os católicos, por meio desta apóstola da Misericórdia, a Irmã Sta Faustina Kowalska, Jesus prometeu: "Neste dia, estão abertas as entranhas da minha Misericórdia. Derramo todo um mar de graças sobre as almas que se aproximam da fonte da Minha Misericórdia. A alma que se confessar e comungar alcançará o perdão das penas e culpas. Neste dia, estão abertas todas as comportas divinas pelas quais fluem as graças. Que nenhuma alma tenha medo de se aproximar de mim".

Assim e face às Palavras de Jesus, grande parte dos católicos foram obrigados a deslocarem-se para a Diocese de Setúbal, onde Jesus, os recebeu de braços abertos,


e puderam, através de ensinamentos, Eucaristias e adoração ao Santíssimo, viver, sentir e meditar nas Palavras e nas promessas proferidas pelo Filho de Deus, Jesus Cristo nosso Senhor, rezando o terço da Divina Misericórdia onde suplicamos : Ó Sangue e Água que brotastes do Coração de Jesus como fonte de Misericórdia para nós, eu confio em Vós! 

Nas Filipinas acontece um fenÓmeno chamado "O hábito das Três Horas da Tarde". Neste horário todos no país,  até mesmo na televisão, param e rezam a seguinte oração: "Ó Sangue e Água que jorrastes do Coração de Jesus, como fonte de misericórdia para nós, eu confio em Vós!" (Diário, 84).

DOMINGO DA DIVINA MISERICÓRDIA



A Igreja celebrá este domingo a Divina Misericórdia. Recorde-se que o Papa São João Paulo II, além de ter escrito a encíclica “Deus, Rico em Misericórdia” (Dives in Misericordia), instituiu, em Abril de 2000, o II Domingo da Páscoa como o Domingo da Divina Misericórdia, conforme instruções de Jesus a Stª Faustina.



Este ano, esta celebração assume particular ênfase já que o Papa Francisco decidiu convocar um «jubileu extraordinário» centrado na «misericórdia de Deus».

Desde o ano 2000, há dezasseis anos, mais do que o segundo domingo da Páscoa, foi instituído como domingo da Divina Misericórdia. Pelas palavras escritas no seu diário, esta foi uma indicação expressa de Jesus Cristo, Filho de Deus vivo.

Ignorar esta ordem divina, tanto por leigos como por sacerdotes é, do meu ponto de vista, semelhante a secundarizar qualquer dos mandamentos de Deus.

Infelizmente, constata-se que, durante a grande maioria da Eucaristias, poucas ou nenhumas palavras são proferidas sobre este precioso tema. Atreveria-me a dizer que poucos, muitíssimo poucos católicos, conhecem, minimamente, a figura, as palavras, a mística Irmã Santa Faustina.

Por exemplo e falo por experiência própria em duas paróquias da Diocese de Lisboa, a grande maioria dos irmãos não conhecem o Terço da Divina Misericórdia. Mais, quantas paróquias da Diocese, irão celebrar, no Domingo, a Festa da Divina Misericórdia?

Amigos sacerdotes, não deixem passar o próximo domingo, sobretudo neste Ano Jubilar dedicado à Divina Misericórdia, sem abordarem, de coração, um pouco da história da Irmã Faustina e do significado da imagem, que por vontade expressa de Jesus, foi mandada pintar para ser venerada!

Também a vós, Irm@s, não deixem de alertar os vossos párocos para a importância e significado deste momento que iremos viver!

Claro que as Parábolas da Sagrada Escritura são por si mesmas reveladoras do amor do Pai! Claro que sim! Mas, para muitos corações, o significado do Sangue e da Água que jorraram do coração de Jesus como fonte de Misericórdia para nós, possa ser uma forma mais real, verdadeira e sentida da infinita misericórdia do Pai, pelas inúmeras chagas sofridas, no passado e no presente, pelo Seu muito amado Filho e Nosso Senhor Jesus Cristo.

Pai, pela dolorosa paixão do Vosso muito amado Filho e nosso Senhor Jesus Cristo, tende misericórdia de nós e de todo o mundo. Amem!

J.P.

PÁSCOA 2016

«Sede misericordiosos como o vosso Pai é misericordioso» (Lc 6,36)

Eis a grande proposta de Jesus para esta Páscoa, centrada no ano da Misericórdia. O Pai do Céu abriu o Seu coração para acolher no Seu Seio todos os Seus filhos pecadores e todas as Suas filhas pecadoras. Por isso podemos lançar-nos sem medo nos seus braços como o Filho pródigo, para experimentar aquele abraço paterno cheio de amor e misericórdia para com todas as suas criaturas.

Além disso, Ele quer que Lhe confiemos os corações mais endurecidos dos seus filhos e das suas filhas que se afastaram d’Ele ou não sabem que podem entrar numa relação amorosa com o Pai. Precisamos, pois, de entrar en sintonia com o coração do «PAPA» (Abba), que através do Seu Filho nos pede:

«Amai os vossos inimigos, fazei bem aos que vos odeiam, abençoai os que vos amaldiçoam, rezai pelos que vos caluniam» (Lc 6, 27-28).

«Perdoai e sereis perdoados» (Lc 6, 37). «Porque, se perdoardes aos homens as suas ofensas, também o vosso Pai celeste vos perdoará a vós. Se, porém, não perdoardes aos homens as suas ofensas, também o vosso Pai vos não perdoará as vossas» (Mt 6, 14-15).

A misericórdia começa por aí: dar o perdão a quem no-lo pede; oferecê-lo a quem não o pede; recebê-lo de quem no-lo dá.

O Pai, pelo Seu Filho Jesus Cristo, no Espírito Santo, oferece-nos uma grande oportunidade: receber o perdão completo de todos os nossos pecados e a absolvição da pena a que estamos sujeitos como punição pelos nossos pecados, pena essa que deveria ser cumprida no Purgatório. Quer dizer, em poucas palavras, se uma pessoa morrer depois de ter obtido esta indulgência vai directamente para o Céu. É uma graça extraordinária a que não podeemos renunciar. Tanto mais que aquilo que Jesus nos pede é muito fácil de pôr em prática:

- Celebrar a Novena da Misericórdia Divina, desde a sexta-feira Santa até ao Domingo da Misericórdia.

- Confessar-se radicalmente de todos os pecados conhecidos.

- Receber a Sagrada comunhão no Domingo da Divina Misericórdia.

- Praticar alguma das obras de misericórdia corporais ou espirituais.

Deste modo entraremos em sintonia com o Coração Misericordioso do Pai e seremos capazes de imitar Jesus, que é «manso e humilde de coração» (Mt 11,29).

Em união com cada um e cada uma de vós, peço ao Senhor que nos dê como presente desta Páscoa um coração misericordioso, cheio de doçura e de humildade como o Seu.

Peço igualmente ao Senhor que vos conceda todas as graças de que precisais, para vos manter em boa saúde física, psíquica e espiritual.

Com um grande abraço pascal para cada um e cada uma de vós,

Vosso irmão e amigo

P. Alfredo Neres
Mensagem para a Sexta-feira Santa

Não podemos deixar de lembrar o principal objectivo deste feriado: o sacrifício de Cristo em prol de toda a humanidade, que és tu, sou eu, somos todos. Vamos aproveitar e fazer uma reflexão sobre o nosso comportamento. Estás / estamos sendo bons cristãos? Estás / estamos ajudando o próximo, a exemplo da mensagem que Jesus nos deixou? 

Jesus foi humilhado, torturado e morreu na cruz para nos salvar… Ele passou por todo esse sofrimento em silêncio, sem reclamar, pois, a sua fé era maior do que qualquer dor física. Vamos ter Jesus como um exemplo de força e perseverança para nossas vidas?

O SÍMBOLO DO AMOR

Várias pessoas, incluindo cristãos, partilham entre si, nesta altura do ano (Semana Santa), alguns presentes que em nada ajudam a viver este tempo especial e o mais importante para qualquer cristão: a Páscoa!
É frequente a troca de amêndoas, ovinhos de chocolate e outros presentes que nos afastam, deliberadamente, do essencial: a Paixão de Cristo, o Filho de Deus.
É verdade que os símbolos falam, explicam, indicam e traduzem sentimentos. Mas estes são transitórios, são passageiros! Não são símbolos transcendentes, verdadeiros, salvíficos, libertadores! Nada têm a ver com a Vida, com o Amor que Jesus nos presenteou!
Presenteou e presenteia!
A quaresma não aconteceu há dois mil anos! 
A quaresma é a vida permanente de um cristão na esperança da Ressurreição Eterna!
Jesus não foi crucificado há dois mil anos! Não, é hoje cada vez que ofendes o teu irmão!
Não foram os soldados romanos que lhe colocaram a coroa de espinhos, que O chicotearam e O crucificaram e que fizeram e disseram todas as espécies de maledicências! Não! És tu, hoje, que Lhe fazes, exactamente, o mesmo quando, os teus pensamentos, as tuas palavras, os teus actos ou comportamentos e as tuas omissões, ofendem quem conheces ou se cruza na vida, contigo!
Cristo morreu por ti, por mim!
Transpor estes verbos para a primeira pessoa do plural, nós (“Jesus morreu pelos nossos pecados”), pode fazer sentirmo-nos "mais leves" ou convidar-nos a “fugir da cena”; pensar assim, é esquecer que tu e eu, somos os únicos destinatários da maior prova de amor que, alguma vez, alguém mostrou ou mostrará por ti e por mim: dar a Vida para que tu e eu possamos, pela  Divina Misericórdia de Deus Pai, ansiar a Vida eterna!

J.P.



O maior presente de Jesus

Qual é o maior presente de Jesus para nós?

Lendo no começo dos Evangelhos, a pregação de João Baptista, ele ensinava, pregando, duas coisas importantes:

1º - chamando as pessoas ao arrependimento e preparando as pessoas para a vinda do Messias; 
2º -  dizendo às pessoas: "o Messias está entre vós"! Estejam atentos ao que o Messias irá fazer. 

O seu trabalho foi preparar o trabalho de Jesus, avisando os que o seguiam: “Preparem-se para a vinda do Salvador, pelo arrependimento”. Mas disse ainda mais: “O trabalho do Messias vai ser algo muito mais importante: eu baptizo-vos no Rio Jordão, como um sinal de arrependimento, mas o Salvador virá e ele vai baptizar-vos no Espírito Santo, porque ele é o doador da vida”.

Portanto, quem é Jesus?

No Evangelho de São João, João Baptista dá a Jesus dois títulos:  o Cordeiro de Deus, que vem para tirar o pecado do mundo, que vem para curar as nossas doenças, que vem libertar-nos do poder de Satanás, e o 'doador da vida', que vem para nos dar uma vida nova, pela graça do Espírito Santo.

Algum tempo mais tarde, em Jerusalém durante a ocasião da grande festa dos tabernáculos, Jesus gritou no mais alto da sua voz: “Aqueles que têm sede, venham até a mim. Aqueles que estão buscando a vida nova, venham até a mim. Aqueles que têm fome do Reino de Deus, venham até a mim. Venham e bebam de mim, venham e bebam da água viva do Espírito Santo que eu vim trazer-vos".

Jesus homem, já morreu mas fez essa grande promessa: a vinda do Espírito Santo! Jesus, já nesse tempo, prometeu esse presente especial que foi dar-nos o Espírito Santo, o presente do Pai.

Mas foi, especialmente na última ceia, quando os apóstolos estavam tristes porque Jesus os ía deixar, que Ele disse: “Eu estou partindo, mas não vos deixarei sós; não vou deixar-vos órfãos. Eu vou mandar o meu Espírito Santo e ele vai vos recordar tudo aquilo que eu disse. Ele vai ser como eu, o Paráclito" - que em grego significa “alguém que está sempre contigo”, “alguém que te conduz”, “alguém que te defende”, “alguém que vai ser o teu intercessor”.

Jesus disse: “Eu vou mandar-vos o Espírito Santo”.

E Jesus, acrescentou: “Se eu não partir, o Espírito Santo não virá. Portanto, eu tenho que partir para que o poder do Espírito Santo, o meu presente, possa vir até vós”.

Então Jesus disse algo incrível: “Eu estou mandando-vos o meu Espírito Santo, mas ele não estará com vocês, ele não vai viver com vocês, mas ele virá para dentro de vocês. E quando ele entrar em ti, disse Jesus, Eu virei com ele e o Pai também virá com ele. Os três, o Deus trinitário, viremos e faremos de ti a sua morada”.

Que promessa maior, poderíamos ter?

A promessa de Jesus! Pelo poder do Espírito Santo, a graça total da Trindade, fará de nós a Sua morada.

Então quem é Deus agora? Deus agora não é somente um Deus por nós, Deus Pai. Deus agora não é somente um Deus connosco, Jesus Cristo, Deus agora é um Deus em nós: é o Espírito Santo.

Pe Rufos Pereira

Os evangélicos são mais católicos do que imaginam!

A tradição é importante.

Como declaração sobre as bases da doutrina da Igreja, este comentário pode não soar muito surpreendente. Aliás, ele é bastante óbvio para os fiéis católicos e ortodoxos. Mas ele também evoca um grande paradoxo que existe no pensamento de uma numerosa e influente parcela dos cristãos do mundo inteiro: os evangélicos. Por mais surpresos e até chocados que eles possam ficar ao ouvir ou ler isto, o fato é que os evangélicos são muito mais católicos do que eles imaginam.

Os evangélicos se orgulham do alicerçar a sua fé somente na Bíblia. Este, afinal, é o núcleo da doutrina da “sola scriptura”, proposta pela reforma protestante. Se você acompanhar um debate evangélico, verá que esta questão não demora quase nada para surgir: “Onde é que esta afirmação consta na Bíblia? Indique o capítulo e o versículo”.

E aí é que está o problema. Os evangélicos acreditam de modo irrenunciável em doutrinas centrais da fé que não podem se basear simplesmente na escritura, pois se desenvolveram na tradição da Igreja. Depois de formulada uma crença, caso se queira, é possível pinçar versículos bíblicos para ampará-la, mas nunca se chegaria a essas posições doutrinárias por meio das escrituras sozinhas.

O exemplo mais óbvio é a própria Trindade, que os evangélicos consideram uma crença fundamental para qualquer cristão. No entanto, ela não aparece explicitamente na Bíblia. A sua única base bíblica é aquilo que ficou conhecido como “os parênteses joaninos”, uma menção abertamente trinitária feita em 1 Jo 5, 7-8, passagem consagrada no texto da Bíblia do rei James, de 1611. Mas os estudiosos sabem há séculos que aquelas palavras foram inseridas muito tardiamente no texto original. Nenhum escritor sério as cita hoje como autênticas.

Deixar esses parênteses de lado não gera dificuldade alguma para quem acredita na Trindade, que é uma doutrina muito arraigada na tradição da Igreja. A doutrina foi abraçada pelos cristãos no segundo século, em especial por padres apostólicos como Inácio e Justino Mártir. Falar de tradição da Igreja não significa, é claro, que tais figuras inventaram doutrinas para satisfazer os seus próprios propósitos obscuros. Ao contrário, como os teólogos católicos e ortodoxos sempre destacaram, a Igreja foi e é guiada pelo Espírito Santo. Sem essa crença no poder da tradição contínua, porém, como é que se poderia justificar a própria doutrina da Trindade?

Sem tradição da Igreja, sem Trindade.

Também é fundamental para os evangélicos a crença na encarnação de Cristo. O Novo Testamento nos permite formar ideias, é claro, sobre a divindade de Cristo e sobre o fato de Ele ter se tornado homem. No entanto, basear-se nesses textos bíblicos deu aos primeiros crentes uma enorme margem de manobra no tocante ao entendimento de qual seria a relação entre o humano e o divino. Cristo era literalmente Deus caminhando sobre a terra em forma humana? Ou será que a divindade “desceu” sobre Jesus em algum momento da sua vida terrena, presumivelmente no batismo, para depois abandoná-lo na hora da crucificação? Os cristãos discutiram sobre essas doutrinas complexas ao longo de séculos e só as estabeleceram no Concílio de Calcedônia, no ano de 451. Em outras palavras, trata-se uma doutrina definida por meio do debate no seio da Igreja, com base na escritura e na tradição, sob a orientação do Espírito Santo.

Sem tradição da Igreja, sem doutrina da Encarnação.


Os protestantes sempre tiveram a Igreja primitiva em alta estima. Ilustres estudiosos evangélicos publicaram obras sobre os primeiros padres. Em língua inglesa, por exemplo, a editora evangélica IVP apresentou uma série maravilhosa de volumes sob o título “Ancient Christian Commentary on Scripture” [“Comentários do cristianismo primitivo sobre as escrituras”]. Dito isso, os evangélicos ainda rejeitam o uso da sabedoria da Igreja dos primeiros séculos para estabelecer a doutrina.

PHILIP JENKINS  23 DE JANEIRO DE 2015

PORTUGAL: CATEQUESE, PRECISA-SE!!!

No passado mês de Fevereiro, estive numa pequena cidade no estado de Minas Gerais no Brasil, Sete Lagoas, com cerca de 280.000 habitantes.
Mas como quantidade nunca significou qualidade, a demonstração e vivência de fé, excedeu as minhas esperanças e abalou o meu coração!

No dia 13 de Fevereiro fui convidado para assistir a uma acção de evangelização de rua. Baptizaram este evento com o nome “Blitz da Misericórdia”. Tudo começou as 7h30 da manhã, onde, jovens entre os 15 e 16 anos, reuniram-se na capela do colégio, perto do centro da cidade, para uma Eucaristia que mudou e abalou a minha estrutura humana.

Durante a celebração, os jovens, sempre concentrados, não tinham medo nem vergonha de rezar: acompanhavam os rituais e espalhavam a alegria das músicas de animação, com muito fervor! 
Quando chegou o momento da comunhão, eles ajoelhavam-se para receberem o Corpo de Cristo e, algumas meninas, cobriam a sua cabeça com um lenço!
Nunca vi comportamentos idênticos em Portugal, pelo menos em pessoas desta idade! 
Veio ao meu pensamento a realidade portuguesa: a maioria dos jovens não vão às Eucaristías porque "isso" é dispensável ou, por outros motivos que cada um saberá, os pais condescendem, e no verão, o melhor é ir "descapotável" pois o calor é imenso ....( a temperatura local, rondava os 35º!)

Após a Eucaristia foram dadas algumas coordenadas e regras para inicio da missão nas ruas. Os jovens foram distribuídos aos pares para evangelizar. Uns ficavam nos semáforos a entregar pajelas sobre o ano da misericórdia; outros, seguravam faixas com mensagens de amor de Deus e temas bem problemáticos como o Aborto, mensagens de confiança da Santa Teresinha de Ávila, etc. 

Outros grupos abordavam as pessoas que passavam na rua com palavras de amor e esperança: “Jesus te Ama”, ”Dê um sorriso para Jesus”, “Posso dar-lhe um abraço?”. O retorno e aceitação das pessoas era lindo e imediato. Os mais velhos diziam que era maravilhoso aquilo tudo, que deveria haver mais jovens assim e agradeciam pela palavra de conforto. 

Em simultâneo, estava um sacerdote a confessar quem quisesse reconciliar-se com o Senhor. Tudo estava organizado ou não fosse esta uma acção do Espírito Santo!

Inicialmente, a minha tarefa foi segurar uma faixa com mensagens. A minha parceira de evangelização, a Barbara, era uma jovem de 15 anos que foi falando comigo e me explicava como o Brasil estava a viver, espiritualmente, após a deslocação do Santo Padre Francisco.
Partilhou comigo uma lição de vida que deixou-me de boca aberta! Atentem.

Esta jovem falava de temas como o aborto com um conhecimento e profundidade científica e espiritual, como se tratasse de uma especialista mestrada na matéria! Falava da relação amorosa dizendo que não era santa mas que não ia namorar por namorar, pois o seu corpo era templo do Espírito Santo!
Beijos na boca? Fora de questão: um simples beijo na boca era pecado! Conhecia jovens que namoraram 6/7 meses sem um beijo e que ela também queria seguir estes exemplos. 

Perguntei-me: será que eu e a minha mulher, quando formos presenteados por Deus com um bébé, seríamos capazes de, no mundo europeu destituído de valores, educá-lo/a nestes princípios? Ou todas as orientações que, como cristãos católicos lhe daríamos como exemplo, seríam destruídas pelas companhias e pelas suas amizades? 

Seguidamente, houve uma adoração do Santíssimo na praça central da cidade, à qual eu não tive oportunidade de assistir, Depois de ver as fotos e os vídeos, conclui: isto é surreal! A cidade inteira ficou vidrada naquela adoração! Para melhor entenderem esta imagem, imaginem o Terreiro do Paço ou o Rossio em Lisboa, repletos de pessoas, no mais profundo silêncio e em completa entrega ao Santíssimo Sacramento... Será que nenhum sacerdote quer arriscar? Ou não terá autorização para o fazer? E mesmo que o faça, quais as possíveis consequências hierárquicas? Ou será que nenhum grupo de oração, ainda teve essa coragem? Então, ninguém houve as palavras do Papa Francisco quando pede uma Igreja na rua?

Os coordenadores partilharam alguns dos projectos futuros. Um deles é, claramente, fora de série, diria, extraterrestre, pois consiste em inscrever uma equipa de futebol no campeonato regional, sendo a mesma uma forma de evangelizar. Eu perguntei: "mas evangelizar, como?". A resposta foi mais uma bomba: "a equipa terá um equipamento com frases bíblicas, os jovens iram rezar antes do jogo no relvado, quando marcarem um golo louvarão ao Senhor, e se sofrerem alguma falta, pedirão desculpa ao agressor e abençoando os adversários …
Mas nesta nova missão as raparigas estariam nas bancadas a louvar e a rezar por todos.
Estes jovens são os futuros santos de calças jeans como pediu o Papa São João Paulo II, são os santos do novo milénio.

Se não tivesse ouvido, pensaria que estavam a "reproduzir" um filme de ficção científica, como a "Guerra das Estrelas" ou o "Apocalipse now" ...

GRUPOS DE ORAÇÃO

Dois dias depois, tive a oportunidade de participar num G.O. do RCC, que eu já conhecia, e que é um encontro maravilhoso co Deus e com os irmãos. Começa às 19h com o terço e às 19h30 inicia-se um louvor, bastante animado. Depois do louvor há sempre um momento de partilha, com um pregador diferente em cada semana. Terminam com uma oração colectiva que é muito forte, pois são mais de 500 pessoas a invocar o Espírito Santo. 

No dia seguinte fui participar noutro grupo do RCC que também é muito especial, pois, além de haver o cuidado de realizar um ensinamento prático perceptível a todas as classes sociais, termina com  o repouso no Espírito Santo, oração sobre todos os irmãos que assim o desejarem. Pessoalmente, estava disposto a resistir à acção do Espírito: de coração fechado e de pernas cruzadas, interiorizei: "hoje, não"! Pois, já tinha aprendido que resistir à acção do Espírito é a maior estupidez espiritual que o ser humano (consagrado ou leigo), pode interiorizar. Acreditem, quando o meu irmão leigo rezou por mim e soprou para mim, os meus pés, mesmo cruzados, foram levantados do chão! Ele sorriu para mim e abraçou-me! 

Tive a oportunidade de ir a uma missa no Carmelo onde vi a alegria dos irmãos franciscanos, após a comunhão: um sorriso no rosto .... que não tem explicação. Para eles, foi um encontro sobrenatural! Será que eu sinto esta mesma alegria, depois de receber Cristo? Ou regresso ao meu lugar com o mesmo sentimento, antes de comungar?

No ultimo Domingo fui a uma missa para crianças e fiquei pasmado: crianças de 3, 4, 5, 6 anos estavam com atenção à missa, pois a mesma estava preparada para as crianças e para os adultos. Na leitura do evangelho havia um teatro representativo da leitura; a homilia, foi substituída por uma história para crianças que era bastante interessante, pois a mesma transmitia os valores morais que tinham sido proclamados na Palavra de Deus. A comunhão era feita nas duas espécies e os casais davam a comunhão um ao outro. As crianças, como não comungavam, iam buscar umas uvas e pedir a bênção ao sacerdote. Algo incrível.

Este foi um pequeno resumo da minha experiência durante duas semanas no Brasil. Será que, algum dia, poderei ver algo de semelhante em Portugal? Ou na Europa?

Rui Ferreira

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